martes, 12 de febrero de 2013

Aceptar para transformar


"No podemos cambiar nada hasta que lo aceptamos. La condena no libera, oprime”. -- Carl G. Jung 

“La aceptación de lo que ha sucedido es el primer paso hacia la superación de las consecuencias de cualquier desgracia”. -- William James 

Reflexión

Hay momentos en que nos observamos a nosotros mismos y nos damos cuenta de que hay aspectos de nuestra vida que necesitan cambiar. A veces puede ser algo relacionado a nuestro trabajo, a hábitos que nos hacen daño, un estilo de vida sedentario, o una relación que no está funcionando. Ya sea porque las situaciones o aspectos nos hagan daño, nos separen de nosotros mismos y de los demás, o terminen siendo de alguna forma insostenibles, una vez que abrimos los ojos y los reconocemos, podemos adoptar diversas actitudes. 


Cuando reconocemos que algo en nosotros o en nuestra vida no nos está gustando, la actitud más común es la del rechazo, la de querer alejarnos de ello lo antes posible, la de generar aversión ante lo que nos desagrada. De cierta forma, este rechazo está basado en la vergüenza y el miedo de no ser en la realidad lo que uno aspira a ser, y va acompañado de un juicio que se basa en la idea de que en este mismo momento somos la versión final de nosotros mismos. Esta idea nos hace querer que tanto nosotros como los demás se presenten en una versión perfecta, o al menos aceptable, de sí mismos. Tememos perder el amor y la admiración de los demás si somos menos que eso, ya que creemos que es sólo a través de un actuar  inequívoco o “presentable” que podemos ser alguien digno de cariño y respeto. 

Una de las cosas que inevitablemente hacemos en este proceso es vernos desde fuera, como si en lugar de ser individuos en pleno movimiento y camino de transformación fuéramos un objeto o un producto que porta ciertas cualidades y no otras, productos que pueden compararse con otros productos que entran en la competencia del mercado de las posibilidades, las relaciones, los trabajos, etc.

Entonces, cuando somos capaces de reconocer algo en nosotros que necesita cambiar, pero a la vez motivamos ese cambio a partir de una actitud basada en el miedo, la objetivación de nosotros mismos, y la exigencia poco compasiva, el proceso de transformación puede terminar siendo algo muy difícil, convirtiéndose en una lucha de todos los días. Y en alguna medida todos podemos resonar con la experiencia lo difícil que es que los cambios positivos que estamos haciendo se sostengan en el tiempo, ya sea comer más sano, dejar de fumar, o discutir menos con nuestra pareja. ¿Será que estamos impulsando estos cambios a partir de esta aversión y no aceptación de nuestro estado presente, y de la perspectiva reductiva de nosotros mismos como objetos? 


Paradójicamente, la  única actitud que facilita el cambio orgánico de lo que necesita ser cambiado es la aceptación radical de nuestra situación actual. Esta aceptación radical surge de una actitud de profundo amor y respeto por nosotros mismos y por el conjunto de circunstancias, sensaciones, pensamientos y emociones que nos constituyen en cada momento. Desde este espacio es inevitable que emerja una actitud mucho más compasiva hacia nosotros mismos, y que en lugar de juzgarnos o criticarnos duramente, nos digamos con amabilidad: “Esta es mi situación actual, llegué acá por X, Y, Z razones. No soy el primer o el último ser humano que ha estado en estas circunstancias, y aunque tomo responsabilidad por estar aquí, soy capaz de ver que realmente nada de esto empaña mi alma, mi intimidad, mi esencia. No hay nada fundamentalmente malo en mi”. En esta actitud hay dos elementos importantes: primero, el ver con claridad nuestra situación sin negarla, esconderla o suprimirla, nos permite ver sus causas y condiciones, lo cual a su vez iluminará el camino hacia el cambio necesario. Segundo, la aceptación radical de mí mismo y mi subjetividad como algo sagrado y distinto a lo que hay que cambiar, asegura que no habrá violencia o estrés en el proceso, lo cual hace que el cambio sea sostenible en el tiempo.

Esta perspectiva también se ilustra en la práctica de meditación, donde el cultivo de una actitud de aceptación radical a la experiencia presente es un requisito básico para que la transformación tome lugar. Si tratas voluntariosamente de fijar tu mente en un objeto, y si cada vez que la mente se distrae te frustras, te retas, o te objetivas como alguien que no sirve para meditar, pierdes todo el sentido de la meditación. La práctica de atención plena/conciencia abierta implica una aceptación de este cuerpo y esta mente en el presente, sujetando la experiencia con liviandad y no con los puños apretados. Es esta aceptación la que irá transformando sutilmente tu cuerpo/mente llevándote a espacios de mayor libertad interior. 

Práctica

Déjate algún tiempo esta semana para observar aspectos de ti mismo/a que te incomoden o que necesiten algún cambio. Pueden ser cosas pequeñas o grandes, no importa. Si puedes hazlo en un espacio silencioso y donde estés solo/a, idealmente en la postura de meditación sentado en una silla o en un cojín.  Comienza por fijarte en cuál es tu actitud frente a esto que necesita un cambio: ¿hay negación? (por ejemplo, si fumas o tomas en exceso le restas importancia y piensas o dices “bueno... de algo hay que morir”). ¿Hay vergüenza? ¿Hay agresividad?, ¿Te retas a ti mismo/a? ¿Te comparas? Simplemente nota tus reacciones, evitando crear nuevas reacciones de aversión sobre estas reacciones. Luego, reconoce que eso que quieres cambiar no eres tú. Es algo que te pertenece, pero que no es tú. Si te ayuda, verbalízalo algunas veces en voz alta o baja: “yo no soy este hábito, yo no soy este problema, yo no soy este dolor, soy infinitamente más amplio que eso”. 


Luego, en silencio, escucha en lo profundo cuál es la intención positiva detrás de la necesidad de hacer ese cambio. Puede que sea la búsqueda de felicidad, el mejorar tu salud, hacer más feliz a los que amas, vivir más plenamente. Cierra los ojos y llénate de este deseo positivo, deja que la energía de esta intención noble te inunde por dentro, sin apuros.

Puedes también establecer una o dos acciones concretas que estén alineadas con el cambio que quieres hacer. Deben ser lo suficientemente significativas  como para que impliquen una diferencia con la situación actual, pero lo suficientemente sencillas como para asegurarte de poder cumplirlas. Cada vez que des un paso en la dirección que deseas, felicítate por el logro, esto fijará en tu cerebro y mente el refuerzo del cambio y lo volverá cada vez más fácil.

Por último, en tu práctica regular de meditación evoca la actitud de aceptación radical de la experiencia presente, poniendo atención a las estrategias que crea la mente para imponer un cambio a lo que está pasando. Observa los juicios, comparaciones, justificaciones, racionalizaciones que surgen. Obsérvalas como nubes blancas que pasan en el trasfondo del cielo azul de tu experiencia, y descansa en la aceptación del momento.

Fuente.- Redmindfulness.org



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