"No podemos cambiar nada hasta que lo aceptamos. La condena no libera, oprime”. -- Carl G. Jung
“La aceptación de lo que ha sucedido es el primer paso
hacia la superación de las consecuencias de cualquier desgracia”. --
William James
Reflexión
Práctica
Hay momentos en que nos observamos a nosotros mismos y
nos damos cuenta de que hay aspectos de nuestra vida que necesitan
cambiar. A veces puede ser algo relacionado a nuestro trabajo, a hábitos
que nos hacen daño, un estilo de vida sedentario, o una relación que no
está funcionando. Ya sea porque las situaciones o aspectos nos hagan
daño, nos separen de nosotros mismos y de los demás, o terminen siendo
de alguna forma insostenibles, una vez que abrimos los ojos y los
reconocemos, podemos adoptar diversas actitudes.
Cuando
reconocemos que algo en nosotros o en nuestra vida no nos está
gustando, la actitud más común es la del rechazo, la de querer alejarnos
de ello lo antes posible, la de generar aversión ante lo que nos
desagrada. De cierta forma, este rechazo está basado en la vergüenza y
el miedo de no ser en la realidad lo que uno aspira a ser, y va
acompañado de un juicio que se basa en la idea de que en este mismo
momento somos la versión final de nosotros mismos. Esta idea nos hace
querer que tanto nosotros como los demás se presenten en una versión
perfecta, o al menos aceptable, de sí mismos. Tememos perder el amor y
la admiración de los demás si somos menos que eso, ya que creemos que es
sólo a través de un actuar inequívoco o “presentable” que podemos ser
alguien digno de cariño y respeto.
Una de las cosas que inevitablemente hacemos en este
proceso es vernos desde fuera, como si en lugar de ser individuos en
pleno movimiento y camino de transformación fuéramos un objeto o un
producto que porta ciertas cualidades y no otras, productos que pueden
compararse con otros productos que entran en la competencia del mercado
de las posibilidades, las relaciones, los trabajos, etc.
Entonces, cuando somos capaces de reconocer algo en
nosotros que necesita cambiar, pero a la vez motivamos ese cambio a
partir de una actitud basada en el miedo, la objetivación de nosotros
mismos, y la exigencia poco compasiva, el proceso de transformación
puede terminar siendo algo muy difícil, convirtiéndose en una lucha de
todos los días. Y en alguna medida todos podemos resonar con la
experiencia lo difícil que es que los cambios positivos que estamos
haciendo se sostengan en el tiempo, ya sea comer más sano, dejar de
fumar, o discutir menos con nuestra pareja. ¿Será que estamos impulsando
estos cambios a partir de esta aversión y no aceptación de nuestro
estado presente, y de la perspectiva reductiva de nosotros mismos como
objetos?
Paradójicamente,
la única actitud que facilita el cambio orgánico de lo que necesita
ser cambiado es la aceptación radical de nuestra situación actual. Esta
aceptación radical surge de una actitud de profundo amor y respeto por
nosotros mismos y por el conjunto de circunstancias, sensaciones,
pensamientos y emociones que nos constituyen en cada momento. Desde este
espacio es inevitable que emerja una actitud mucho más compasiva hacia
nosotros mismos, y que en lugar de juzgarnos o criticarnos duramente,
nos digamos con amabilidad: “Esta es mi situación actual, llegué acá por
X, Y, Z razones. No soy el primer o el último ser humano que ha estado
en estas circunstancias, y aunque tomo responsabilidad por estar aquí,
soy capaz de ver que realmente nada de esto empaña mi alma, mi
intimidad, mi esencia. No hay nada fundamentalmente malo en mi”. En esta
actitud hay dos elementos importantes: primero, el ver con claridad
nuestra situación sin negarla, esconderla o suprimirla, nos permite ver
sus causas y condiciones, lo cual a su vez iluminará el camino hacia el
cambio necesario. Segundo, la aceptación radical de mí mismo y mi
subjetividad como algo sagrado y distinto a lo que hay que cambiar,
asegura que no habrá violencia o estrés en el proceso, lo cual hace que
el cambio sea sostenible en el tiempo.
Esta perspectiva también se ilustra en la práctica de
meditación, donde el cultivo de una actitud de aceptación radical a la
experiencia presente es un requisito básico para que la transformación
tome lugar. Si tratas voluntariosamente de fijar tu mente en un objeto, y
si cada vez que la mente se distrae te frustras, te retas, o te
objetivas como alguien que no sirve para meditar, pierdes todo el
sentido de la meditación. La práctica de atención plena/conciencia
abierta implica una aceptación de este cuerpo y esta mente en el
presente, sujetando la experiencia con liviandad y no con los puños
apretados. Es esta aceptación la que irá transformando sutilmente tu
cuerpo/mente llevándote a espacios de mayor libertad interior.
Déjate algún tiempo esta semana para observar aspectos
de ti mismo/a que te incomoden o que necesiten algún cambio. Pueden ser
cosas pequeñas o grandes, no importa. Si puedes hazlo en un espacio
silencioso y donde estés solo/a, idealmente en la postura de meditación
sentado en una silla o en un cojín. Comienza por fijarte en cuál es tu
actitud frente a esto que necesita un cambio: ¿hay negación? (por
ejemplo, si fumas o tomas en exceso le restas importancia y piensas o
dices “bueno... de algo hay que morir”). ¿Hay vergüenza? ¿Hay
agresividad?, ¿Te retas a ti mismo/a? ¿Te comparas? Simplemente nota tus
reacciones, evitando crear nuevas reacciones de aversión sobre estas
reacciones. Luego, reconoce que eso que quieres cambiar no eres tú. Es
algo que te pertenece, pero que no es tú. Si te ayuda, verbalízalo
algunas veces en voz alta o baja: “yo no soy este hábito, yo no soy este
problema, yo no soy este dolor, soy infinitamente más amplio que eso”.
Luego,
en silencio, escucha en lo profundo cuál es la intención positiva
detrás de la necesidad de hacer ese cambio. Puede que sea la búsqueda de
felicidad, el mejorar tu salud, hacer más feliz a los que amas, vivir
más plenamente. Cierra los ojos y llénate de este deseo positivo, deja
que la energía de esta intención noble te inunde por dentro, sin apuros.
Puedes también establecer una o dos acciones concretas que
estén alineadas con el cambio que quieres hacer. Deben ser lo
suficientemente significativas como para que impliquen una diferencia
con la situación actual, pero lo suficientemente sencillas como para
asegurarte de poder cumplirlas. Cada vez que des un paso en la dirección
que deseas, felicítate por el logro, esto fijará en tu cerebro y mente
el refuerzo del cambio y lo volverá cada vez más fácil.
Por último, en tu práctica regular de meditación evoca la
actitud de aceptación radical de la experiencia presente, poniendo
atención a las estrategias que crea la mente para imponer un cambio a lo
que está pasando. Observa los juicios, comparaciones, justificaciones,
racionalizaciones que surgen. Obsérvalas como nubes blancas que pasan en
el trasfondo del cielo azul de tu experiencia, y descansa en la
aceptación del momento.
Fuente.- Redmindfulness.org
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